Ante episodios de enfermedad, una de las principales recomendaciones es ‘guardar reposo’. Sin embargo, ¿es la mejor opción? ¡Descúbrelo!
Desde la antigüedad —y hasta el día de hoy—, muchos profesionales de la salud sugieren guardar reposo como parte del proceso de recuperación de las enfermedades o las lesiones. A través de este se busca disminuir los síntomas, pero también evitar posibles complicaciones. Ahora bien, ¿es buena idea?
En función del problema de salud, es frecuente que se recomiende permanecer inactivo durante horas, días o semanas. Y si bien en un principio esto aporta sensación de bienestar y de seguridad, cada vez hay más evidencias de que también puede ser contraproducente. Descubre qué dicen las investigaciones.
Guardar reposo en periodos de enfermedad: ¿el peor consejo médico?
La idea de guardar reposo para favorecer la recuperación del cuerpo en estados de enfermedad se estableció desde hace siglos. En la antigua Grecia, Hipócrates (padre de la medicina) describió que el descanso y la inmovilidad eran determinantes para favorecer el proceso de curación natural del organismo.
Esta recomendación se extendió hasta los tiempos actuales, por lo que es habitual que los médicos sugieran periodos de descanso ante la presencia de lesiones y enfermedades. La idea es tener reservas de energía y evitar cargas de estrés que puedan afectar las funciones del sistema inmunitario.
Asimismo, se busca mantener a los pacientes en un entorno seguro, en el que no estén expuestos a factores que puedan empeorar su condición o derivar en otras complicaciones. Pero, ¿hasta qué punto es bueno esto? ¿Cuándo se vuelve contraproducente?
Pues bien, para resolver estos interrogantes hay que tener en cuenta cuál es la enfermedad y qué limitaciones causa en las personas afectadas. El reposo en sí no es «el peor consejo médico», como muchos han afirmado, sino que su implementación ha sido malinterpretada en muchos casos.
Lo cierto de todo es que hay condiciones en las que descansar —ya sea de manera parcial o total— es necesario para que haya una buena rehabilitación. En otros casos, mantenernos activos puede aportar más beneficios que permanecer inmóviles.
El médico puede orientar sobre cuál es la mejor opción, en función de la enfermedad, los síntomas o la edad, entre otros factores. Ahora mismo, se apuesta por incorporar alguna forma de actividad física en varios tratamientos, ya que hay evidencias de que puede resultar positiva.
Ejemplos en los que mantenernos activos es mejor que guardar reposo
Por citar algunos ejemplos, cabe mencionar el caso de los pacientes con dolor lumbar. A menudo, estas personas experimentan sensación de alivio con un poco de descanso. Sin embargo, las evidencias apuntan a que la restricción de la actividad —incluido el reposo en cama— no aporta ningún beneficio.
En cambio, prolonga el periodo de recuperación e impide una pronta reanudación de las actividades cotidianas. Respecto a esto, una investigación compartida a través de Healthcare determinó que el ejercicio y la actividad física mejora la flexibilidad de los músculos, tendones y ligamentos de la espalda. Asimismo, aumenta el rango de movimiento y apoya el movimiento funcional de los pacientes.
Mantenerse activos también es beneficioso ante afecciones virales, como la gripe y el resfriado. Una investigación compartida a través de Exercise and Sport Sciences Reviews expone que el ejercicio de intensidad moderada induce a acciones antiinflamatorias y de inmunopotenciación que ayudan a la recuperación.
Algo similar informa la Clínica Mayo, que en una de sus publicaciones detalla que la actividad física de leve a moderada puede aumentar la sensación de bienestar en caso de resfriado común sin fiebre. Su práctica ayuda a disminuir la congestión nasal y las dificultades respiratorias leves.
Otras condiciones también parecen mejorar su pronóstico con la práctica de actividad física. Tal es el caso de la conmoción cerebral, en la que se ha mostrado mejoría de los síntomas al aplicar ejercicios aeróbicos en un entorno controlado.
Una revisión de estudios divulgada en Current Sports Medicine Reports concluyó que el ejercicio aeróbico individualizado es una intervención no farmacológica útil en la conmoción cerebral. Esto desafía la antigua creencia de mantener un descanso prolongado en estos pacientes para lograr su recuperación.
En sí, se ha determinado que un programa de entrenamiento progresivo —en el que se considera el umbral de exacerbación de los síntomas para determinar qué actividades toleran estos pacientes— ayuda tanto a mejorar la salud como a acelerar el regreso a la actividad.